TIEMPO ORDINARIO, Domingo XV

Evangelio: Mc 6,7-13:

En aquel tiempo llamó Jesús a los Doce y los fue enviando de dos en dos, dándoles autoridad sobre los espíritus inmundos. Les encargó que llevaran para el camino un bastón y nada más; pero ni pan ni alforja, ni dinero suelto en la faja; que llevasen sandalias, pero no una túnica de repuesto.

Y añadió: Quedaos en la casa donde entréis, hasta que os vayáis de aquel sitio. Y si un lugar no os recibe ni os escucha, al marcharos sacudíos el polvo de los pies, para probar su culpa.

Ellos salieron a predicar la conversión, echaban muchos demonios, ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban.

 

 

Comentario: La aceptación de una persona se halla condicionada por muchos y complejos factores. No es de este lugar el analizarlos. Lo único que importa destacar ahora es que lo primero de todo es darse a conocer. La decisión razonable a favor de alguien implica necesariamente el conocimiento, tan detallado como sea posible, de aquel en quien ponemos nuestra confianza o de quien nos fiamos absolutamente. De ahí que el apóstol Pablo afirme que la fe viene por el oído, que es necesario el anuncio, la predicación, la misión (Rom 10,14ss).

 

La misión cristiana tuvo su origen en Jesús. Aquellos primeros discípulos  fueron enviados por el Enviado. La misión cristiana existió y existe siempre a partir del Enviado. En todo movimiento, sea del tipo que sea, hay que buscar siempre la persona sobre cuya responsabilidad última descansa la actividad de los miembros que lo integran. Así ocurrió y sigue ocurriendo en el cristianismo. Importa poco que el relato de Marcos, que hoy comentamos, esté influenciado por la praxis eclesial o por la forma en que se regulaba todo lo relativo  a la misión cristiana. Esta influencia parece innegable en nuestro texto. Sin embargo estaría absolutamente injustificado desconfiar de la historicidad de lo que nos cuenta Marcos. Más aún, el cambio de lo que él nos refiere por un relato más “serio” y más acorde con la solemnidad de los misioneros posteriores, sería lo que nos obligase a dudar de una realidad que tuvo que ser sobria por su misma  naturaleza y por las circunstancias en que aquellas misiones originales se realizaban.

 

Jesús tiene delante un campo de horizontes tan ilimitados que él no podía cultivarlo personalmente. Necesitaba obreros que lo trabajasen cumpliendo su encargo. Y que pusiesen todo su interés en organizar y realizar su tarea para que produjesen determinados frutos, los que él deseaba.Jesús marcó con absoluta claridad la línea de la misión cristiana. Era la misma línea que él había seguido:  predicación de la conversión-penitencia, expulsión de los demonios, unción de los enfermos con aceite en orden a la salud. ¿Hasta qué punto estas tres cosas, que Marcos recoge sumariamente en el presente relato, son distintas o coincidentes? Resulta difícil pronunciarse.

 

El anuncio y la exigencia de la conversión-penitencia está en el centro mismo de la predicación cristiana. En ella se halla reunida la re-acción exigida al hombre ante la acción de Dios. Nos habla de la radical transformación del hombre: en lugar de encerrarse en sí mismo y tenerse como el único centro de atención, cuidado, preocupación e interés, debe vivir en una actitud constante y laboriosa de abertura a Dios y a los hombres. La conversión-penitencia es tarea de toda la vida. Esta actitud es la que llevaría a la transformación del mundo.

 

La expulsión de los demonios ¿añade algo a la conversión-penitencia? Probablemente no. En nuestros días carece de sentido hablar de posesión o expulsión de los demonios. Tiene, sin embargo, mucho sentido hablar de los poderes ajenos al hombre, de aquellos que se le imponen desde fuera o desde dentro, y que lo alienan o tiranizan  reduciéndolo a esclavitud. El hombre de hoy está poseído, más que nunca, por una verdadera legión de demonios, aunque deban ser bautizados con un nombre distinto al que recibían en tiempos de Jesús: el demonio del poder, de la droga, de la ambición, del egoísmo, del sexo, del terrorismo, de la violencia, del confort, del placer... El Evangelio quiere liberar al hombre de todos estos espíritus inmundos. ¿No es lo mismo que pretende y exige la conversión-penitencia?

 

La unción de los enfermos con aceite resulta más difícil determinarla. La creencia en su eficacia medicinal se deduce de la aplicación que se hacía de la misma a las heridas y tumores. En nuestro caso su uso parece haber sido influenciado por la praxis eclesiástica posterior: “¿Alguno de vosotros está enfermo? Mande llamar a los presbíteros de la Iglesia y oren sobre él, ungiéndole con aceite en el nombre del Señor?” (San 5,14). ¿Es recomendado su uso porque Jesús mandó a sus discípulos que la utilizasen o se atribuye el mandato a Jesús  porque era utilizada en la Iglesia?  Nos inclinamos a favor de la segunda posibilidad. En todo caso la unción de los enfermos con aceite es mencionada no tanto por su poder curativo en el campo de una medicina pre-científica (Lc 10,34) cuanto por su poder “significativo”, una especie de “signo”, del poder sobrenatural que se invoca sobre el enfermo o en contra de la enfermedad. Al ser aplicada a los enfermos, ¿no surgió de dicha praxis que alcanzase la categoría de sacramento, “el de la unión de los enfermos?

 

La misión evangelizadora tuvo su origen en Jesús. Ya lo dijimos más arriba. En cuanto a los medios para llevarla a cabo pretenden acentuar que la eficacia de los mismos no depende de la técnica, del esfuerzo ni de los recursos humanos. La sementera esparcida debe recibir su eficacia de Aquel que ha mandado a sus siervos lanzarla a boleo en el campo. El envío de los misioneros “de dos en dos” nos orienta en la necesidad de que exista una cierta infraestructura o plataforma colectiva, una especie de estación de lanzamiento, un impulso dado desde alguna institución que disponga  de las ideas necesarias para que la misión no fracase.

 

Lo que debe evitarse es el sensacionalismo, la renuncia a los signos de un poderío terreno al estilo de los reinos de este mundo. A los misioneros cristianos se les manda renunciar a todo aquello que no sea absolutamente necesario. Esta es la intención evidente en el relato de Marcos. Otra cosa muy distinta y no menos compleja es determinar aquello que es absolutamente necesario. El texto mismo nos ofrece algunas referencias orientadoras. Los misioneros deben llevar lo necesario para el viaje. Pero lo que aquí es mencionado no debe convertirse en la norma absoluta que sea válida para todos los tiempos y lugares. Tengamos en cuenta que la misión a la que envía Jesús tiene como destinatarios a los habitantes de Galilea. La zona era pequeña y las aldeas no estaban distantes unas de otras. Lo único necesario era un  buen calzado y un bastón.

 

Las demás limitaciones obedecen a otras razones más importantes: la cercanía del punto de partida y la facilidad del retorno al mismo hacía superfluo el ir cargado de ropas y alimentos; el equipaje debía ser lo más elemental  imaginable; no era necesario llevar muchas cosas... Otra razón, más importante sin  duda, era la hospitalidad de aquellos a los que se dirigían los misioneros, que eran los beneficiarios de la tarea evangelizadora. El trabajo realizado por los misioneros estaba destinado a beneficiarlos, no a explotarlos. Debían, por tanto, prestarles la ayuda necesaria.

 

En la misma línea está el mandato de no cambiar de domicilio. Estos cambios podrían compararse con nuestras “recepciones” que siempre implican gastos innecesarios, aparte de significar la disconformidad con el trato que recibían en una casa y la aparente sensación de que se merecían algo mejor.  En caso de no ser recibidos deben sacudirse el polvo de sus pies en testimonio contra ellos. Este gesto nació de la convicción arraigada entre los judíos de que Palestina era un lugar sagrado. Por eso cuando los judíos salían fuera de su patria o vivían en un lugar considerado como “impuro”, por la razón que fuese, antes de regresar a su patria se sacudían el polvo de sus pies para no “impurificar” la tierra santa.  En nuestro caso, este gesto tiene el único sentido siguiente: aquellos que no reciban el mensaje cristiano al serles anunciado, no pueden tener parte en el Reino. El gesto simboliza el juicio negativo pronunciado sobre ellos.

 

Felipe F. Ramos

Lectoral