CUARESMA, DOMINGO III

Lecturas Bíblico-Litúrgicas:

1ª lectura: Ex 3,1-8ª. 13-15
2ª lectura: 1Co 10,1-6. 10.12
3ª lectura: Lc  13,1-9

 

El evangelio de hoy se halla anticipado en la primera lectura. Esta nos presenta la figura de Moisés como Liberador. Este pensamiento fundamental se halla incluido ya en el significado etimológico de su nombre (= masah, que significa en hebreo “sacar”) y sintetiza su historia. En efecto, Moisés “fue sacado” de las aguas, fue sacado de su pueblo y, como culminación, tiene lugar su “salida” hacia Madián, donde se encontrará con Dios. En esta salida se producen cuatro sucesos significativos: la manifestación de Dios en la teofanía de la zarza ardiente; el encargo dado a Moisésde llevar a los oprimidos el anuncio de la liberación: es la fuerza de Dios la que protagonizará la acción; la revelación del nombre divino: “seré el que seré” o “soy el que soy”. Una definición que no es metafísica, sino existencial e histórica: Yo soy el que me manifestaré en la obra que haga, es decir, en la liberación de mi pueblo de la esclavitud. La obra de Dios es la revelación de su nombre Yahvé, y, en cuarto lugar, la anticipación de dicha obra en la  que Moisés realizará: una vez “sacado”, “sacará” o liberará a su pueblo.

 

La aparición es atribuida al “ángel de Yahvé”. Esta expresión es utilizada para evitar el antropomorfismo craso que requeriría el relato. El “ángel de Yahvé” es el Señor mismo.

 

El Libertador del NT, Jesucristo, envía a sus elegidos con la misma misión salvadora, tercera lectura. La falsa imagen de Dios nace frecuentemente como consecuencia del principio equivocado de retribución, que le es aplicado. Si las cosas nos van bien, Dios es bueno; si nos vuelven la espalda, Dios es malo. Y la norma “objetiva” del bienestar y de la desgracia determina la conducta moral del hombre. La salud, la prosperidad, la riqueza, las lluvias oportunas para las cosechas, la subida del precio de la fabricación industrial dependerán de la conducta moral adecuada de quien posee lo deseado. En cambio, la enfermedad, la indigencia, la carencia de lo necesario, los accidentes de tráfico, la sequía abrasadora o el desbordamiento devastador de los ríos y el stop almacenado de la producción industrial eran considerados como consecuencia de la perversidad moral. Así pensaban los antiguos y, tal vez con alguna rebaja, sigue haciéndolo también el hombre actual.

 

Aplicamos a Dios el baremo humano. Es el mejor modo de ofrecer una imagen falsa de Dios. Y, lamentablemente, así, nos es presentado muchas veces en los medios de comunicación que se introducen en nuestras casas a través, sobre todo, de la Televisión. Jesús se opuso radicalmente al dogma fariseo según el cual la suerte adversa del hombre es consecuencia inmediata del pecado (Jn 9,2-3: ante el problema planteado a Jesús por sus discípulos ante aquel ciego de nacimiento: ¿quién pecó él o sus padres?). El libro de Job lo había formulado así: “Recuerda bien: ¿Qué inocente fue jamás destruido? ¿Qué justos fueron jamás exterminados? Por lo que siempre vi, los que aran la iniquidad y siembran la injusticia son los que cosechan sus frutos. Un soplo de Dios los destruye, el aliento de sus narices los abate” (Jb 4, 7-9). Toda su obra fue una negación rotunda y una rebelión violenta contra esta mentalidad (aunque el cap. último del libro volvió a las andadas, porque entonces todavía no había sido revelada la retribución de ultratumba).

 

El evangelio que tenemos delante nos ofrece la actitud clarificadora de Jesús en este terreno. Su enseñanza se apoya en un incidente sangriento y en un accidente grave. El incidente sangrientohabía sido protagonizado por los esbirros de Pilato. Desconocemos las causas. Josefo, tan cuidadoso informador, no refiere este episodio. Pero su verosimilitud no puede ponerse en duda. Baste pensar en lo siguiente: la crueldad ilimitada del procurador romano; su odio desmedido a los galileos; su desprecio insolente frente al judaísmo y su religión; Galilea era la patria del movimiento zelota. Fue depuesto de su cargo el año 35 a raíz de una masacre masiva de samaritanos que habían sido asesinados en el monte Garicin por orden suya. El accidente grave se produjo por el hundimiento de una torre o pilar que se estaba construyendo para la conducción del agua en la ciudad de Jerusalén siendo Pilato el gobernador romano.

 

Tanto el incidente sangriento como el grave accidente ponían de manifiesto la culpabilidad moral de los que habían muerto en ellos. Esta misma mentalidad se aplicó también a otra clase de sucesos similares, como la destrucción de Jerusalén (Lc 21, 20-24, que habla de días de venganza, por no haber aceptado la oferta divina; en Jn 8,24 recrimina Jesús a los judíos incrédulos diciéndoles que “morirán en su pecado”).

 

¿Por qué eligió Jesús estos hechos como punto de referencia de su enseñanza? Es posible que a Jesús se le envolviese de alguna manera en el movimiento de resistencia contra Roma ya que entre sus discípulos había algún zelote. Sería una acusación velada que Jesús sacó a la luz. Probablemente pudo haberse mostrado más tolerante frente a la posición a Roma, dada la hostilidad que sus representantes manifestaban frente a los judíos.

 

En su respuesta, Jesús niega el enfoque infundado que se hacía de tales acontecimientos, y orienta a la gente a ver en ellos una llamada a la conversión. Este es el camino que enseña Jesús en su ser, en su quehacer, en su enseñanza y en toda su vida. De la conversión nace la fe o ésta se halla implicada en aquella. La conversión o la fe establecen las nuevas relaciones del hombre con Dios. Y esta valoración debe aplicarse tanto a los “malditos” judíos como a los jerosolimitanos “devotos”.

 

La parábola de la higuera estéril nos sitúa en una costumbre generalizada en la época de plantar higueras al borde de los viñedos, no tanto para que produjesen fruto como para refugiarse a su sombra durante los días de calor, al mismo tiempo que señalaban los linderos de las propiedades. Es una costumbre que hemos visto en nuestra tierra, con la diferencia de que aquí, en lugar de higueras, suelen plantarse almendros o árboles de especie semejante.

El Parabolista acentúa el mismo pensamiento apuntado en los dos sucesos lamentables mencionados y los sitúa en la línea de la predicación del Bautista: Ya está puesta el hacha a la raíz de los árboles (Lc 3, 9). Lucas utiliza la parábola para acentuar que Jesús es el Salvador (2,11); que su misión es salvar lo que estaba perdido (19, 10; 23, 31-32); que es el Abogado de los que son zarandeados por Satanás, como Pedro (22,31-32). Otros pensamientos teológicos: Jesús es el único que puede salvar a su pueblo. Por tanto, ver en él un presunto enemigo que debe ser eliminado les llevará a la perdición (la higuera será cortada por no haber respondido a las expectativas y a los cuidados del amo); de momento sigue brillando para ellos la paciencia divina. Pero ésta también tiene unos límites, en contra de lo que habitualmente solemos oír.

 

Tanto el ensayo (primera lectura) como la realización (tercera lectura) requieren la colaboración humana; no se produce de una forma mágica (advertencia seria ofrecida por la reflexión paulina,segunda lectura). El Apóstol, apoyándose en la exégesis rabínica, trae a colación lo ocurrido en el pasado al presente poniendo de relieve algo trascendental: a) la Iglesia es el nuevo Israel, heredera del AT; b) el sacramento del bautismo hace referencia a las tradiciones rabínicas del Exodo y el mismo simbolismo lo descubrieron en la “nube” (Sal 105,39; Sb 10, 17; 19, 7). Se establece un paralelismo entre el inicio del antiguo pueblo de Dios y la Iglesia; c) en el maná del desierto se halla simbolizada la eucaristía: el maná y el agua de la roca, la roca espiritual o sobrenatural (Ex 16, 4.35; Sal 78, 24; Sb 16, 20); la exégesis rabínica afirmaba el movimiento de la roca al ritmo en el que se movía el pueblo. Filón de Alejandría identificaba la roca también con la sabiduría de Dios.

 

Felipe F. Ramos

Lectoral