SEMANA SANTA, Miércoles Santo

Las negociaciones del Sanedrín con el representante de Roma habían conseguido su objetivo. La eliminación de Jesús estaba decidida. Hasta que llegase el momento de la ejecución de la sentencia el reo debía permanecer bajo custodia. Es en este momento cuando tienen lugar los ultrajes de distinta naturaleza a los que Jesús fue sometido. Pero es absolutamente inverosímil que en ellos participasen activamente los miembros del Sanedrín, como nos dicen los evangelios de Marcos y Mateo: "Algunos (se está hablando del Sanedrín, de los sumos sacerdotes, ancianos y escribas) se pusieron a escupirle, le cubrían la cara y le daban bofetadas, mientras le decían: !Adivina!, y los criados le recibieron a golpes".

 

El evangelista Lucas nos ofrece una versión diferente: "los hombres que le tenían preso se burlaban de él y le golpeaban, y cubriéndole con un velo le preguntaban: ¡Adivina!, ¿quién es el que te ha pegado?. Y le insultaban diciéndole otras muchas cosas". Creemos que la versión que nos ofrece Lucas de la escena es la más verosímil. Ningún tribunal de justicia, por mucho odio que tenga al reo al que acaban de condenar, procedería de forma tan degradante. ¿Lo haría el sumo sacerdote, los sumos sacerdotes, los ancianos y los escribas, como nos dicen Marcos y Mateo?. Lo creemos absolutamente inverosímil y, consiguientemente, inaceptable. Si los dos evangelistas mencionados lo presentan así ello obedece a las razones siguientes:

 

La primera sería estrictamente teológica: una vez que hemos sido informados, incluso por el mismo Jesús, de que él es el Hijo del hombre, los evangelistas quieren poner de relieve que esta figura celeste, la del Hijo del hombre, tal como era comprendida en el judaísmo, no es un aerolito caído del cielo, sino un ser plenamente humano, cuya misión no fue comprendida. Y no solamente eso. Fue despreciado e incluso vilipendiado, ultrajado en sumo grado, hasta por los dirigentes del pueblo al que se dirigía en primer lugar su misión salvadora.

 

Los evangelistas han pretendido acentuar en la misma persona la unión de la dignidad suprema, la del Hijo del hombre, con la más denigrante humillación, la del Siervo de Dios, descrito por Isaías: "He dado mis espaldas a los que me herían, y mis mejillas a los que me arrancaban la barba. No escondí mi rostro ante las injurias y los esputos.... No hay en él parecer, no hay hermosura que atraiga las miradas, no hay en él belleza que agrade. Despreciado, desecho de los hombres, varón de dolores, conocedor de todos los quebrantos, ante quien se esconde el rostro, menospreciado, estimado en nada". Los cap. 51 y, sobre todo, el 53 fueron la cantera de donde nuestros evangelistas han extraído muchos de los elementos que utilizan para describir los ultrajes de Jesús: él "profetiza", los golpes, las bofetadas y salivazos, lo mismo que los falsos testimonios..." se hallan en la descripción que hace el profeta Isaías del Siervo de Yahvé. Por eso es llamado el evangelista del A. Testamento.

 

Entre los ultrajes debe destacarse el falso testimonio, que formaba parte de un cliché elaborado para presentar la persecución del justo, del verdadero por la causa de Dios. Es evidente que los evangelistas quieren presentar a Jesús como el mártir perfecto, el testigo cualificado de Dios. Por eso nos lo presentan ante el Sanedrín que aunque, teóricamente, sea el representante de los dirigentes de Israel, aquí es utilizado como símbolo del mundo. Porque era y actuaba como mundo, rechazando a Dios. Y por eso el Sanedrín no sólo aparece como juez, sino también como enemigo y perseguidor, como juez y verdugo.

La escena de los ultrajes de Jesús corrió a cargo de los soldados, como era habitual. Pasaban las vigilias nocturnas divirtiéndose a costa de los condenados a muerte. Han sido los evangelistas, o la tradición oral con la que se encontraron, la que hizo extensiva la burla, el menosprecio y los ultrajes a los miembros del Sanedrín. El lugar adecuado de los ultrajes lo tendríamos al final del proceso ante Pilato. En dicho lugar son mencionados con mayor precisión y, por supuesto, con mayor verosimilitud. La razón para narrarlos también a continuación del proceso ante el Sanedrín (proceso que, en realidad, no existió) ha podido ser muy bien la ley del paralelismo, que funcionó de la siguiente manera: Así como el proceso ante Pilato termina con el relato de los ultrajes así debía haber terminado también el proceso ante las autoridades judías. 

 

Ultrajes de otro tipo son el griterío del pueblo contra Jesús pidiendo su muerte y la opción por Barrabás en contra de Jesús. En relación con la participación del pueblo hay que decir lo siguiente: no se halla mencionado desde el principio; se le hace entrar en escena de forma abrupta; se ve clara la idea de hacerle participar en la responsabilidad del Sanedrín. Creemos que el pueblo no tuvo arte ni parte en el proceso. Los judíos "como pueblo" fueron mucho menos culpables de la muerte de Jesús que los griegos, como pueblo, de la de Sócrates. La Iglesia, a última hora, así lo ha reconocido. En casos similares el pueblo como tal tiene muy escasa responsabilidad. La tiene a través de sus dirigentes y en ellos.

 

El error surgió al entender la palabra "judíos" como designación de una etnia, de una nación, cuando en realidad es un vocablo con profunda carga teológica. Designa a los dirigentes responsables del pueblo en cuanto que rechazaron y condenaron a Jesús. Evidentemente que, en muchas ocasiones, la palabra hace referencia a los habitantes de un país llamado Judea, sin la referencia teológica apuntada. Pero este doble sentido es fácilmente discernible. Hay textos en los que "los judíos", los habitantes de Judea, significado étnico, por tanto, tienen miedo a "los judíos", a los dirigentes del pueblo (Jn 9,22).

 

El recurso a la amnistía, protagonizado por Barrabás, está también en función de la teología, en la línea del pensamiento vicario o representativo. Se pretende acentuar la idea de que se deja libre al asesino y carga con la culpa el Hijo de Dios. La escena no es, sin embargo, pura invención. Muy probablemente había tenido lugar un pequeño levantamiento contra Roma, al frente del cual, o como uno de sus principales dirigentes, había estado Barrabás. Su caso se hizo famoso y el pueblo lo apoyaba considerándolo como un héroe nacional. Casos así no sólo son posibles, sino hasta frecuentes.

 

Felipe F. Ramos

Lectoral