TIEMPO ORDINARIO, Domingo XXIX

Lecturas Bíblico-Litúrgicas:

1ª lectura: Ex 17, 8-13
2ª lectura: 2Tm 3,14-4,2
3º lectura: Lc 18, 1-8

En su marcha por el desierto hacia la tierra de la promesa el encuentro con enemigos da lugar a la proclamación de la guerra santa . Amalec (primera lectura), tribu nómada arraigada en la región sur, en el Neguev, tomó la iniciativa. Moisés ordena a Josué una acción de represalia, con un puñado de hombres de guerra, mientras él suplica desde lo alto de una colina, con el bastón taumatúrgico en la mano; la suerte de la batalla se ve depender de su gesto; mientras Aarón y Jur mantienen en alto el brazo de Moisés, Josué remata la victoria.

 

Moisés no es pintado con rasgos de guerrero, ni siquiera en estos episodios bélicos en que él está presente. No es un caudillo militar, sino un intercesor y un taumaturgo. Lleva en la mano el bastón de los prodigios, que tantas veces da la impresión de ser una vara mágica. La victoria no se atribuye ni a la vara, ni al gesto, ni siquiera al Moisés orante, sino a Dios, de cuya obra sólo se puede hablar por esos signos u otros semejantes. La actitud de Moisés orante no es la del mago que controla el poder divino, sino la del que suplica al Dios indisponible, que responde libremente a la súplica. Por la relación que se atribuye a la victoria con el gesto suplicante, la contienda tiene carácter de guerra santa.

 

El evangelio de hoy  retoma el tema de la oración que siempre es escuchada por Dios. (tercera lectura). Jesús, en esta ocasión, como en muchas otras utiliza el argumento de menor a mayor: ¡Si los hombres hacen esto, cuánto más vuestro Padre celestial!.

 

La parábola tiene como punto de partida la contraposición entre dos mundos: el del hombre y el de Dios. Del primero se pasa al segundo por el principio de la elevación. De aquello que no debiera ser y que, no obstante, es un fenómeno frecuente en la experiencia diaria, el Parabolista pasa a lo que, en realidad, el mismo oyente-lector esperaría como el ideal. De este modo se siente envuelto, cautivado, incluso seducido, por la historia que escucha o lee.

 

La introducción es propia del evangelista y podría desorientarnos en la búsqueda de la enseñanza parabólica. El vio en la parábola una amonestación a la oración constante. La comunidad cristiana no debe renunciar a ella ni disminuir la tensión de esperanza que ella comporta, justificando esta actitud desde el retraso de la parusía. El planteamiento del cristiano no debe hacerse desde la pregunta sobre cuándo intervendrá Dios para escuchar a los discípulos y darles la razón que les niegan las circunstancias históricas en las que viven, sino sobre la necesidad de mantener la fe y la oración hasta el día de la parusía final, que tendrá lugar en el momento  en que se produzca el último encuentro con el Señor. La fe que el Hijo del hombre quiere encontrar en su venida se manifiesta en la oración de los discípulos. Ellos deben pedir siempre  para que venga el reino de Dios.

 

Lucas es el evangelista de la oración y ha interpretado la parábola en este sentido. Pero desde el conjunto de la misma se deduce claramente que el centro de interés no recae en la viuda, sino en el juez inicuo. La parábola impulsa al hombre a acudir constantemente a Dios en la oración. Es preciso orar siempre y no desfallecer (Lc 18,1). Nunca debe el hombre desconfiar de Dios ni de la eficacia de la oración. Para ilustrar el pensamiento que Jesús quiere inculcar a sus discípulos acude a una comparación tomada de la vida del hombre.

 

Una viuda acude a un juez para que éste dicte sentencia a favor de un derecho que le ha sido conculcado. Ya en el AT las viudas y los huérfanos simbolizan la falta de protección y la debilidad y el desamparo humanos. Aunque la parábola no lo dice expresamente, se supone que dicha viuda es pobre. Al acudir al juez no lleva consigo un buen regalo, que hubiese ayudado eficazmente a inclinar el veredicto a su favor. Y está en litigio con un hombre rico. Su única arma, pues, es la perseverancia incesante en la súplica.

 

La descripción del juez de la parábola no refleja un caso excepcional, sino más bien el tipo normal de juez en el Oriente. No le preocupaban en absoluto las injusticias cometidas contra aquella pobre viuda. Pero su presencia frecuente ante él pidiendo justicia le resultaba molesta. Y, para quitársela de encima, accede a su petición.

 

De esta comparación deduce Jesús mismo la lección parabólica. El pensamiento fundamental lo expresan las palabras siguientes.: ¿Y Dios no hará justicia a sus elegidos que claman a él día y noche, aun cuando los haga esperar? La parábola sigue el procedimiento argumentativo que va de menos a más. Si un juez impío, que tenía en nada su responsabilidad ante Dios y ante los hombres, termina por hacer justicia a aquella pobre viuda para que le deje en paz, ¡cuánto más Dios!. Esta forma de razonar nos obliga a suponer que la comunidad cristiana y el creyente individual, podrían dudar de la acción protectora de Dios y de la eficacia de la oración.

 

En el argumento de menor a mayor “el Señor” (v.6) es Jesús. Esto ocurre frecuentemente en el evangelio de Lucas (Lc 7,13; 10,30.41; 13,15; 16,8; 19,8). Él aplica la parábola a sus discípulos, a los “elegidos de Dios”. Él les hará justicia y castigará a sus enemigos. La parábola ha sido “cristologuizada”. Los discípulos del Señor no deben desalentarse ante las dificultades que surjan y que amenazan con ahogar la fe en la tierra.

 

Lucas se preocupa por superar la tensión inquietante ante la parusía-venida del Señor desplazada a un futuro incierto: “¿les dará largas?” y la presenta desde una matización muy importante. La esperanza del Reino ya la había corregido distanciándose de la mentalidad farisea obsesionada por el tiempo de su venida (Lc 17,21b). El planteamiento de Jesús difiere radicalmente del que hacían los fariseos. Los discípulos de Jesús deben plantearse la cuestión desde otro punto de vista: su preocupación debe estar centrada en la fe, mantenida viva mediante la oración, hasta que venga el Señor. Mantenerse firmes en la fe-confianza debe ser su objetivo principal (2Tm 4,7).

 

Las exigencias mismas del Reino, las violencias que padezca a causa de sus enemigos que luchan incesantemente bajo la consigna de Satanás, las persecuciones y martirios, tienen un tiempo limitado a favor de los elegidos. Es el punto culminante de la parábola. Al fin se impondrá la justicia. Dios no se retrasará. Intervendrá a su debido tiempo a favor de sus elegidos. Dios es  comparado a este juez inicuo. Naturalmente, en aquello que puede ser comparado y que intenta poner de relieve el parabolista.

 

Aunque el tiempo de las dificultades y persecuciones sea corto sigue en pie una pregunta que, al final de la parábola, se hace Jesús: Pero cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe en la tierra?. El texto aludiría a las dificultades del seguimiento. Teniendo en cuenta los múltiples y graves problemas que suscitaba, ¿cómo podrán ser superados? ¿No tendríamos aquí una referencia al fracaso de Jesús? Si Jesús había fracasado, ¿podría pensarse que sus discípulos viesen coronada por el éxito su decisión?  Sólo desde su unión con él, desde la oración, puede mantenerse la fe suscitada y exigida por la presencia de Jesús. El Hijo del hombre, o Jesús, en su condición humilde, busca esta fe.

 

Así lo entendió Pablo y lo expresó mediante la pluma de alguno de sus discípulos: “He combatido el buen combate, he terminado mi carrera, he guardado la fe” (2Tm 4,7) (la fe tiene aquí el sentido de confianza); la comunidad cristiana tiene que preocuparse por dicha fe. Esta autopreparación es necesaria porque la parusía viene repentinamente (Lc 12,35. 4º. 43. 46; 17,24.26-30), no desde el punto de vista cosmológico-cronológico, sino desde una consideración teológica que impone la vigilancia personal ante la venida imprevisible del Señor. Una venida que tendrá lugar en el último encuentro personal con el que viene como ladrón, sin anunciar la fecha mediante el envío de su tarjeta de visita.

 

Así como el juez inicuo terminó por conceder a la viuda lo que le pedía, ¡con cuánta mayor razón intervendrá Dios a favor de sus elegidos, de sus amigos, de sus fieles, de aquellos que le aman!. El juez inicuo accede a la petición de la viuda por egoísmo, Dios presta su ayuda a los elegidos por el amor que los tiene, porque es Padre bondadoso.

 

A Timoteo se le ordena (segunda lectura)  que permanezca enraizado en los fundamentos constitutivos de la fe cristiana. Los dos esenciales, mencionados en primer lugar, son: el primero, la palabra apostólica, el Evangelio, sin olvidar a las personas que se lo comunicaron y el segundo la Sagrada Escritura; naturalmente que se refiere al AT. Sus maestros habían sido su madre, Eunice, y su abuela, Loída. A partir de los cinco años los niños eran instruidos en la lectura de la Sagrada Escritura. ¿Por qué es tan importante para Timoteo que siga viva en él la Sagrada Escritura? Porque ella nos comunica el camino de la salud. No sólo enseña la Ley, que ya no sirve para los cristianos (1Tm 1,9 : “Conviene que la ley no ha sido dada para el justo, sino para los insubordinados y rebeldes, para los impíos y pecadores, para los hombres sin religión y piedad, para los parricidas y matricidas, para los asesinos”, sino también el camino adecuado según la voluntad de Dios. El AT sin el Nuevo pierde su categoría y carece de ser la palabra portadora de la salvación.

 

Para los cristianos también el AT es palabra inspirada transmisora de la revelación, porque ha surgido desde el soplo del Espíritu de Dios y, por tanto, es útil para enseñar ...

 

Termina la consideración paulina con el mandato imperioso –acudiendo a las futuras acciones de Dios y de Cristo- de proclamar la Palabra a tiempo y a destiempo, acentuando todos los recursos posibles y exigibles, que hace que nuestra palabra sea palabra de Dios.

 

Felipe F. Ramos

Lectoral