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I Adviento

I ADVIENTO

 Adviento: tiempo de avivar la esperanza

 (Is 63,16c-17.19c; 64,2b-7; Sal 79; 1Cor 1,3-9; Mc 13,33-37)

 

  1. Mientras hay vida hay esperanza, solemos decir. Pero no es menos cierto que sólo por la esperanza es posible la vida. Hoy comienza el Adviento. Y decir Adviento es decir esperanza. Sin embargo, mantener viva y comprometida la esperanza no es fácil porque vivimos en un mundo colmado de problemas y el futuro se nos ofrece sombrío: crisis económica y de valores, falta de libertad y explotación para muchos habitantes del planeta, conflictos provocados por las corrientes migratorias, deterioro de la naturaleza, desaparición de los valores tradicionales en muchos ámbitos, falta de escrúpulos en tantos temas morales, fomento de entornos y políticas que destruyen la vida de las personas y la convivencia entre los pueblos, inflación económica, desencanto religioso… Ante esta inhumana realidad, ¿cómo mantener despierta la esperanza?

¿Cómo creer las palabras que el profeta Isaías nos dirige este domingo desde la primera lectura «Tú, Señor, eres nuestro padre, tu nombre desde siempre es “nuestro Libertador”… tú eres nuestro padre, nosotros la arcilla y tú nuestro alfarero: todos somos obra de tu mano»? (cf. Is 63,16c; 64,7).

 

  1. Nos preguntamos: ¿tiene Dios algo que ver con todas estas crisis? Pues sí. Nos equivocaríamos si pensásemos que la fe no tiene nada que ver con lo que sucede en el mundo. Iniciar un nuevo Año Litúrgico es una oportunidad para madurar en la vida cristiana y progresar en la fe y en el amor a Dios y al prójimo. Y lo empezamos con el primer domingo de Adviento, que pretende prepararnos a la venida del Señor. Esta venida tiene distintos momentos, manifestaciones y concreciones. La liturgia de este domingo destaca especialmente el momento definitivo de la venida de Cristo: «En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: ¡Cuidado! Estad alerta, porque no sabéis cuándo llegará el momento… Así que velad, porque no sabéis cuándo va a llegar el dueño de la casa, si al atardecer, a medianoche, al canto del gallo o al amanecer. No sea que llegue de improviso y os sorprenda dormidos. Lo que a vosotros os digo, lo digo a todos:

¡Velad!» (Mc 13,33.35-37).

 

  1. Ahora bien, esta venida final del Señor ha de ser convenientemente preparada a lo largo de nuestra existencia terrena llevando una vida acorde con las enseñanzas del Evangelio. Los textos bíblicos hacen hincapié en la práctica del amor, la vigilancia, la oración, la fidelidad, la comunión con Cristo (cf. primera lectura: Is 63,16c-17.19c; 64,2b-7). «Él os mantendrá firmes hasta el final, para que seáis irreprensibles el día de nuestro Señor Jesucristo. Fiel es Dios, el que os llamó a la comunión con su Hijo, Jesucristo nuestro Señor» (cf. segunda lectura: 1Cor 1,3-9).

 

Adviento es un tiempo especial para escuchar lo que Dios quiere, para esperar la salvación que nos ha prometido. Adviento es el anuncio apasionado de la esperanza que Dios nos ofrece en su Hijo Jesucristo. «Viene el Señor». Está viniendo en cada instante de nuestra historia. El que un día se hizo carne en María nos invita a mirar confiados hacia ese futuro de unidad y de paz anunciado por el profeta Isaías, pues Él mismo se ha hecho nuestra paz, en Él se ha cumplido la promesa de Dios.

 

  1. «Estad atentos, vigilad»: En el silencio de nuestro corazón podemos descubrir nuestra situación, como Isaías descubre la realidad del pueblo de Israel que ha regresado del exilio (primera lectura). Caeremos en la cuenta de que nos hemos extraviado de los caminos del Señor; se ha endurecido y corrompido nuestro corazón con el afán desmedido del bienestar terreno; la sociedad se ha secularizado, Dios ya no cuenta en la vida de una gran parte de ella; los hombres han abandonado todo culto religioso; la

 

cultura que estamos desarrollando, lejos de ennoblecernos, nos hace cada vez más inhumanos; las leyes amenazan una convivencia estable entre nosotros. Parece que nuestro mundo marcha sin rumbo y carece de esperanza.

 

Pero vigilar significa también estar activos; sólo quien se entrega a un quehacer aleja el sueño. Mientras el Señor vuelve, hemos de cumplir fielmente la misión que a cada uno nos encomendó; la esperanza no es pasividad; la vigilancia, nacida de la fe, compromete seriamente la vida. Dios se revela a quien le busca y «practica la justicia».

 

  1. Ante esta situación, los cristianos sentimos la necesidad de la salvación que no puede llegar por el poder humano. Tenemos la firme esperanza de que Dios quiere salvar al mundo. Por eso le decimos con el profeta Isaías: «¡Ojalá rasgases el cielo y descendieses!... Tú, Señor, eres nuestro padre, tu nombre desde siempre es nuestro Libertador».

 

Dios, una vez más, nos ofrece a su Hijo, Cristo, que nos trae la gracia de la salvación; viene a enriquecernos con sus dones y hacernos participar de su propia vida y de su propia manera de ser y de obrar; viene a darnos el perdón, una fe más firme que oriente la existencia, la fraternidad, y la paz.

 

Acoger generosa y gozosamente el regalo que Dios nos ofrece y desear el encuentro con Él, será un buen programa para el Adviento, encuentro que experimentaremos a través de la Palabra y de la Eucaristía, de la oración y la reflexión. Dios es Padre, que ama a sus hijos. Nosotros somos la arcilla y Él el alfarero. Dejemos que nos moldee como a Él le parezca. Que así sea.

 

Florentino Alonso Alonso

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